Muchos productos fallan no por mala intención, sino por una suposición equivocada: que lo que el diseñador entiende, también lo va a entender el resto.
Este error es muy común. Quien diseña o desarrolla un producto lo conoce tanto, que pierde la perspectiva del usuario promedio.

Diseñar para otros implica:
- Aceptar que el usuario no sabe lo que uno sabe.
- Comprender que cada persona tiene su contexto, sus conocimientos, sus dispositivos y su forma de pensar.
- Escuchar a los usuarios, observar cómo usan el producto, y aprender de sus errores para mejorar.

Por ejemplo, un formulario puede parecer claro para quien lo diseñó, pero si varios usuarios lo completan mal, el problema no es del usuario. Es del diseño.
Este enfoque se conoce como diseño centrado en el usuario. No es una moda, es una forma efectiva de crear productos más útiles y accesibles.
Diseñar para uno mismo es cómodo, pero diseñar para otros es lo que hace que un producto funcione de verdad.